lunes, 25 de julio de 2011

Me harté y renuncie



Estuve casi un año en ese trabajo que atendía a la mujer diabética, ¿te acórdas? ¡Si te conté!, que me harte, ella desvariaba. Resulto ser que la mujer le metía púa a su esposo en mi contra. Era diabética y comía a escondidas (como todo diabético, que prefiere morir atragantado que privarse de lo que le gusta) pero le decía al marido que yo la obligaba a comer. La bestia era ella. Mentía y decía cosas que sinceramente no eran ciertas. Lo peor de esto era que el creía. Y para entrar más en detalle: en vez de pagarme cincuenta pesos por semana me pagaban treinta. Entonces me fui. Cuando avise que me iba el viejo me pidió que le firmara unos papeles. Yo firme sin negarme. Querían asegurase que no reclamará nada ante un abogado. Justo estábamos planeando ir de vacaciones a la costa. Digo estábamos porque ellos me llevaban.
Pero ni siquiera lo lamente...


Foto de Florencia Tejeda